LECCIONES SOBRE EL TERROR
Hay un hecho del que cualquier persona a la que se le permita pensar se dará cuenta: la definición de terrorismo, ese concepto tan de moda en los últimos tiempos, varía según el país y la postura política bajo la que se concibe. Así, tenemos que para los adoradores del mercado libre, cuyos apellidos están puestos en grandes corporaciones transnacionales con sedes al norte de la frontera, la palabra “terrorismo” se aplica a cualquier hecho que ponga en peligro los intereses económicos corporativos que, por la lógica de la globalización, ahora son de alcance mundial. De hecho, para estas personas el terrorismo se relaciona con la palabra “oportunidad”: la oportunidad de invadir pueblos soberanos, la oportunidad de apropiarse de sus recursos, de lucrarse de los conflictos bélicos que el terrorismo provoca y la oportunidad de decidir sobre el orden mundial imperante a su conveniencia, bajo la excusa de velar por la seguridad de la humanidad.
Por el otro lado estamos nosotros, aquellas personas que sin el prejuicio de las fronteras vemos en el terrorismo el mas cruel de los actos, venga de donde venga, puesto que viola el mas legitimo de nuestros derechos: el derecho a la vida. Viajemos al pasado y hagamos un recorrido hasta el presente y veremos que nuestros pueblos han sido victimas por más de un siglo de los peores actos terroristas concebidos y a pesar de ello, nos encontraremos que quienes fueron llamados terroristas fuimos siempre nosotros. Pero nuestra moral y experiencia nos sirven para alejarnos de conveniencias políticas y económicas al calificar un hecho como terrorismo y a una persona, o grupo de personas, como terroristas. Esta es la competencia que nos permite sumarnos a las acusaciones de terrorismo que pesan sobre el ciudadano salvadoreño Francisco Chávez Abarca, capturado recientemente en Venezuela y extraditado luego a Cuba en donde se le vincula en la planeación y ejecución de numerosos actos terroristas en contra de la revolución cubana.
Chávez Abarca ya ha confesado y no se necesito de clarividencia para adivinar el contenido de sus declaraciones: trabajaba bajo las ordenes de Posada Carriles, ex agente de la CIA (o al menos así lo aseguran ellos) en la otrora misión de desestabilizar la revolución cubana y, como nuevo objetivo y nuevos actores, atentar en contra de los gobiernos suramericanos que se rehúsan a obedecer las reglas del mercado. La lista de involucrados en las actividades de Posada Carriles y Chávez Abarca se ensancha con los nombres de las oligarquías regionales que intentan recuperar el control económico de antaño.
Una vez mas, no fue sorpresa conocer que Chávez Abarca se encontraba en Venezuela para colaborar con Alejandro Peña esclusa (desestabilizador de profesión que dejo su huella en El Salvador al impulsar la iniciativa Fuerza Solidaria) en la misión de llevar a cabo varias actividades propias de sus oficios, en el marco de los comicios electorales a realizarse pronto en Venezuela.
No dudamos que exista la posibilidad de que a este listado se sumen nombres de miembros de la derecha salvadoreña, no tanto por la nacionalidad de Chávez Abarca, quien ha confesado que trabajaba a cambio de cuantiosas sumas de dinero, si no por el carácter retrograda de sus ideas que todavía conciben la violencia como arma política excepcional.
Algunos creen que las historia de la CIA interviniendo en la política internacional había quedado atrás con la guerra fría, pero debemos enfrentarnos a la realidad y admitir que no es casual que los actos en los que era participe Chávez Abarca se den en el preciso momento en que emergen cambios en Latinoamérica que parten de la voluntad de dejar atrás toda forma de dominación. Esos viejos fantasmas todavía andan por ahí haciendo lo que mejor hacen: causar temor entre la población.
El terrorismo, como ya hemos dicho, es de los peores actos contra la integridad humana, con el agravante de causar desesperación y tormento en los miembros de una sociedad. Sin embargo, es peor aun el terrorismo utilizado para la consecución de fines políticos, en donde prima la voluntad de obtener poder por sobre la vida human. De estos son culpables Posada Carriles, Chávez Abarca, Peña Esclusa y los intereses corporativos que han empleado esta herramienta en Latinoamérica desde el siglo pasado y, recientemente, en el medio oriente.
Son estos actos los que el gobierno de El Salvador y nosotros mismos debemos condenar y repudiar. En tal sentido, las autoridades del país deben brindar la ayuda necesaria que aporte en el esclarecimiento de los actos cometidos por Chávez Abarca y Posada Carriles pues el compromiso con la vida humana los obliga. De lo contrario, se convertirán en sus cómplices.
Reconocer, repudiar y actuar contra el terrorismo no debe ser tarea que se rija por intereses particulares. Es una obligación moral que tiene a su base el respeto a la vida humana y el bienestar social. Hacerlo será el primer paso para que, después de tanto tiempo, esos fantasmas que andan por ahí dejen de causar terror.
Equipo Mapache Por el otro lado estamos nosotros, aquellas personas que sin el prejuicio de las fronteras vemos en el terrorismo el mas cruel de los actos, venga de donde venga, puesto que viola el mas legitimo de nuestros derechos: el derecho a la vida. Viajemos al pasado y hagamos un recorrido hasta el presente y veremos que nuestros pueblos han sido victimas por más de un siglo de los peores actos terroristas concebidos y a pesar de ello, nos encontraremos que quienes fueron llamados terroristas fuimos siempre nosotros. Pero nuestra moral y experiencia nos sirven para alejarnos de conveniencias políticas y económicas al calificar un hecho como terrorismo y a una persona, o grupo de personas, como terroristas. Esta es la competencia que nos permite sumarnos a las acusaciones de terrorismo que pesan sobre el ciudadano salvadoreño Francisco Chávez Abarca, capturado recientemente en Venezuela y extraditado luego a Cuba en donde se le vincula en la planeación y ejecución de numerosos actos terroristas en contra de la revolución cubana.
Chávez Abarca ya ha confesado y no se necesito de clarividencia para adivinar el contenido de sus declaraciones: trabajaba bajo las ordenes de Posada Carriles, ex agente de la CIA (o al menos así lo aseguran ellos) en la otrora misión de desestabilizar la revolución cubana y, como nuevo objetivo y nuevos actores, atentar en contra de los gobiernos suramericanos que se rehúsan a obedecer las reglas del mercado. La lista de involucrados en las actividades de Posada Carriles y Chávez Abarca se ensancha con los nombres de las oligarquías regionales que intentan recuperar el control económico de antaño.
Una vez mas, no fue sorpresa conocer que Chávez Abarca se encontraba en Venezuela para colaborar con Alejandro Peña esclusa (desestabilizador de profesión que dejo su huella en El Salvador al impulsar la iniciativa Fuerza Solidaria) en la misión de llevar a cabo varias actividades propias de sus oficios, en el marco de los comicios electorales a realizarse pronto en Venezuela.
No dudamos que exista la posibilidad de que a este listado se sumen nombres de miembros de la derecha salvadoreña, no tanto por la nacionalidad de Chávez Abarca, quien ha confesado que trabajaba a cambio de cuantiosas sumas de dinero, si no por el carácter retrograda de sus ideas que todavía conciben la violencia como arma política excepcional.
Algunos creen que las historia de la CIA interviniendo en la política internacional había quedado atrás con la guerra fría, pero debemos enfrentarnos a la realidad y admitir que no es casual que los actos en los que era participe Chávez Abarca se den en el preciso momento en que emergen cambios en Latinoamérica que parten de la voluntad de dejar atrás toda forma de dominación. Esos viejos fantasmas todavía andan por ahí haciendo lo que mejor hacen: causar temor entre la población.
El terrorismo, como ya hemos dicho, es de los peores actos contra la integridad humana, con el agravante de causar desesperación y tormento en los miembros de una sociedad. Sin embargo, es peor aun el terrorismo utilizado para la consecución de fines políticos, en donde prima la voluntad de obtener poder por sobre la vida human. De estos son culpables Posada Carriles, Chávez Abarca, Peña Esclusa y los intereses corporativos que han empleado esta herramienta en Latinoamérica desde el siglo pasado y, recientemente, en el medio oriente.
Son estos actos los que el gobierno de El Salvador y nosotros mismos debemos condenar y repudiar. En tal sentido, las autoridades del país deben brindar la ayuda necesaria que aporte en el esclarecimiento de los actos cometidos por Chávez Abarca y Posada Carriles pues el compromiso con la vida humana los obliga. De lo contrario, se convertirán en sus cómplices.
Reconocer, repudiar y actuar contra el terrorismo no debe ser tarea que se rija por intereses particulares. Es una obligación moral que tiene a su base el respeto a la vida humana y el bienestar social. Hacerlo será el primer paso para que, después de tanto tiempo, esos fantasmas que andan por ahí dejen de causar terror.
17 de julio de 2010