Hace más de 30 años El Salvador vivía bajo una dictadura militar que violaba los derechos de la población y reprimía a quienes exigían su cumplimiento. Esta situación obligó a miles de personas, en su mayoría jóvenes, a organizarse para reclamar sus derechos por la vía armada, dando como resultado una guerra civil que duró más de diez años y que culminó con la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno y los movimientos guerrilleros aglutinados en el FMLN.
La lucha armada nos heredó importantes logros en materia de derechos humanos, libertad de expresión y de organización. Entre ellos se encuentran el nuevo papel que se le dio a la fuerza armada, la eliminación de la guardia nacional y el nacimiento de nuevas instituciones como la policía nacional civil y la procuraduría para la defensa de los derechos humanos.
En este nuevo escenario, la otrora guerrilla del FMLN asumió un nuevo papel, convirtiéndose en un partido político y trasladando la lucha a las urnas; donde finalmente, y tras más de tres intentos de participar en elecciones presidenciales, accedió al ejecutivo con una alianza de amplia participación.
En ese contexto, la situación de la juventud distaba mucho de la de generaciones anteriores. Quienes durante la guerra eran tan solo unos niños, se habían convertido en ciudadanos con problemas laborales, necesidades económicas y escepticismo ante los discursos electoreros.
Esta generación de jóvenes, nacidos durante la guerra y la posguerra, no se enfrentan a una dictadura militar que les niega sus derechos, sino a un sistema que los lleva mostrar apatía ante cualquier lucha reivindicativa y que los hace creer que nada se puede cambiar porque ya todo está hecho; volviendo caricaturesca la lucha que se libró con anterioridad y planteándola como estéril.
Es por eso que hoy, a 19 años de la firma de los acuerdos de paz, nuestra tarea como jóvenes es defender los logros alcanzados, y avanzar en la conquista de reivindicaciones importantes como los derechos de la mujer, los derechos laborales, la protección del medio ambiente, la soberanía nacional, los derechos de los pueblos originarios y el respeto y difusión de las diversas expresiones artísticas y culturales.
Esto no será posible proyectando nuestras esperanzas únicamente en las elecciones o en una figura política, sino librando una lucha, no solo a través de las palabras; sino también a través de nuestras acciones, desmontando la falsa moral del sistema, que antepone los beneficios económicos a la dignidad humana. Teniendo claro que el enemigo común de todas estas luchas es, al igual que antes de la firma de los acuerdos de paz, el capitalismo.
Equipo Mapache
15 de enero de 2011
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