"El miedo seca la
boca, moja las manos y mutila. el miedo de saber nos condena a la ignorancia;
el miedo de hacer nos conduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de
escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que
tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser
Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la
memoria". Eduardo Galeano.
El 11 de septiembre,
mientras en Guatemala se desarollaban las elecciones presidenciales en las que
se postulaba como favorito el militar Otto Perez Molina, en Chile se recordaba con desprecio el 38
aniversario del golpe de estado en contra presidente Salvador Allende, llevado
a cabo en 1973.
Salvador Allende llegó a la presidencia de
Chile en 1970 apoyado por una alianza de partidos de izquierda, la Unidad
Popular. Con la llegada de Allende al
poder se profundizó la Reforma Agraria y se nacionalizó el cobre y la banca
privada, medidas con las que se pretendía establecer un modelo económico más
equitativo para la poblacion chilena, pero que causaron descontento entre los
grupos de poder, quienes respaldaron el golpe de Estado tras el que se impuso
como presidente a Augusto Pinochet.
El golpe fue perpretado por militares
entrenados en la Escuela de las Américas.
Lugar donde se entrenaba en
técnicas de combate, inteligencia militar y técnicas de tortura a miles de
militares de toda America Latina y que tuvo entre sus alumnos a Anastacio
Somoza de Nicaragua, Augusto Pinochet de
Chile, Juan Alberto Melgar Castro de Honduras y Carlos Humberto Romero de El
Salvador, todos generales golpistas.
La historia de nuestros países nos ha mostrado
como los gobiernos militares se han caracterizado por ser autoritarios, por los
altos niveles de represion y por las miles de víctimas mortales que dejan tras
su paso. Guatemala no escapa de esa
realidad.
En 1954, el presidente Jacobo Arbenz Guzmám fue
derrocado por el coronel Carlos Castillo, con el respaldo de Estados
Unidos. Castillo fue sucedido por varias dictaduras militares hasta el año
1985. Todo esto en medio de un conflicto
armado que se prolongo 36 años y que dejó como saldo más de 200.000 muertos, miles
de desaparecidos y más de un millón de
desplazados. El conflicto terminó el 29 de diciembre de 1996
con la firma de los acuerdos de paz.
Sin embargo, como una nación que padece de
amnesia, el pasado domingo el candidato del
partido patriota, general Otto Pérez Molina, se postuló como favorito
para ganar las elecciones presidenciales de Guatemala. Pérez Molina fue denunciado ante Naciones Unidas por prácticas sistemáticas de tortura y
actos de genocidio durante el conflicto armado Guatemala.
En Guatemala más de la mitad de la polbación
vive en condiciones de pobreza y los
niveles de inseguridad se han salido del control de las autoridades, dando como
resultado un promedio de 16 muertos diarios a causa de la violencia generada
por el narcotrafico y el crimen organizado; situación por la cual Pérez Molina ha
Ganado simpatía con su promesa de "mano dura" para combatir la
delincuencia. Medida que, como ya se ha
comprobado tras su aplicación en El Salvador, no resuelve las causas
estructurales de la violencia y solo provoca el incremento de la misma.
Ante una izquierda debilitada y carente de
propuestas, las elecciones de Guatemala fueron secuestradas por la derecha; el segundo en la lista de favoritos fue Manuel Baldizon, del partido liberal
democratica renovada.
Ninguno de los candidatos obtuvo la cantidad de
votos necesarios para convertirse en el próximo mandatario, por lo que el seis
de noviembre se realizara una segunda ronta entre los dos mas votados: Perez
Molina y Baldizón.
Todo indica que el ganador será el genocida
Otto Pérez Molina, con lo que el futuro de Guatemala se pinta cada vez menos prometedor. El pueblo guatemalteco debe ahora de seguir
las advertencias que hiciera Allende horas antes de su muerte: “El pueblo debe estar
alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero
también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con
su esfuerzo una vida digna y mejor”.
En El Salvador,
debemos estar vigilantes también de los acontencimientos que se desarrollaran
en el vecino país, para no contagiarnos de esta amnesia colectiva, para no dar
pasos hacia atrás y para no perder las libertades conquistadas gracias a la
lucha y el sacrificio de miles de salvadoreños que por años combatieron a la
dictadura militar, caracterizada por la repression, la exclusión social, la privación de derechos,
la violencia y la agudizacion de las condiciones de pobreza de las grandes mayorías.
Equipo Mapache.
17 de septiembre de
2011
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