14 marzo 2010

POSICIÓN X: CORPORATIVOS QUE SÍ SON NATURALES (DESASTRES INC.)

CORPORATIVOS QUE SÍ SON NATURALES (DESASTRES INC.)
Abundan en las crónicas de antaño los relatos en los que se concluye que la única explicación de los fenómenos naturales de grandes magnitudes era que debían de existir seres supremos que todo lo hacen, todo lo pueden y todo lo destruyen (seres con bastante sentido del humor por supuesto), conclusiones que más allá de haberse convertido en aplicaciones de un proyecto alienador de grandes proporciones evidencian el poco entendimiento, producto de nuestra reciente existencia, de la forma en que funciona nuestro planeta.Pasaron muchos años y las historias sobre el diluvio contadas por Moisés y las de la Atlántida por Homero fueron desbaratadas con las pruebas que aportaba el método científico. El descubrimiento de las leyes naturales y su uso en nuestro beneficio llevaron a las grandes mentes de entonces, las mismas que sentaron las bases para teorizar el capitalismo, a declarar el “dominio del ser humano sobre la naturaleza.”¡¿Dominio?! Han sido necesarias inmensas tragedias, gran parte de las cuales obligaron a reformular las escalas de medición de desastres, para entender que este “dominio” ha actuado en contra de nosotros y ver que en principio nos equivocamos de término para calificar nuestra comprensión y uso de las leyes naturales. Parece irónico que quienes sí utilizaron el término correcto, aunque de forma inversa, fueron los supersticiosos historiadores del pasado que redujeron sus explicaciones a una sola palabra: castigo. El “castigo del ser humano sobre la naturaleza” debió de ser la expresión declarada por aquellas grandes mentes. No hizo falta mucho tiempo para que descubriéramos que en la punta de la lanza que castiga a nuestro planeta se encuentra ese ser (porque lo han convertido en un ser) llamado capital con su última herramienta de expansión mundial: las corporaciones multinacionales.La historia de cómo nos dimos cuenta de que nuestro “dominio” es más bien un castigo al planeta es una tragedia básica y sencilla: un día un grupo de personas (excluidos de la sociedad alienada seguramente) descubrieron que la mano del hombre ha estado detrás de los mal llamados “desastres naturales”. Empezaron a especular bajo una formula simple: “¿será que todo el daño que le hacemos al medio ambiente nos puede provocar efectos contraproducentes?”; la necedad de los gobernantes de creer solo las cosas que se explican con números obligaron a estas personas a convertir las especulaciones en hipótesis, las hipótesis en tesis y las tesis en teorías para lograr obtener credibilidad. Se identificó al villano principal (las grandes corporaciones empresariales), el delito (la explotación indiscriminada de los recursos naturales sin compensar al planeta), las víctimas (todos y todas) y las consecuencias (la desaparición de todo lo que existe). La diferencia entre las historias de antaño y esta es que la última no es ficción. Esta es la realidad. Han sido muchos los capítulos agregados a esta tragedia, algunos positivos como la concientización y lucha en torno al tema lo que ha dado lugar a que hoy por hoy seamos más los que creemos en su importancia que los llamados escépticos. Pero, ¿Cuál ha sido el resultado de todo este esfuerzo? El reciente fracaso de la Cumbre sobre el Cambio Climático en Copenhague. Los gobernantes ya no creen en todos los números, solo creen en aquellos que llevan el signo de dólar al principio. Las principales corporaciones multinacionales, verdaderos artífices de la resolución ilegítima de la pasada cumbre, han reconocido el hecho de que sus acciones son el principal causante del cambio climático y que las tragedias que tras este suceden han costado, entre otras cosas, la vida a centenares de miles de personas. Sin embargo, ahora los grandes ejecutivos cuyas empresas se cotizan en Wall Street y el Eurostoxx han avanzado a una nueva forma de cinismo: dejar de negar y decir “no me interesa”.Parece increíble que predomine esta actitud ante el gran esfuerzo científico (del cual los grandes países capitalistas han sido cuna) comprobado, lastimosamente y superándose incluso, en la práctica. En 2008 científicos en Australia y Canadá (Tom J. Chalko, A.M. Jellinek, entre otros) lograron, por diferentes caminos pero con similares conclusiones, establecer el último vínculo que se creía imposible entre el cambio climático y su incidencia en los fenómenos naturales: el calentamiento global asociado al movimiento de las capas tectónicas que dan lugar a los terremotos. Hasta la fecha se creía que tal vínculo no existía, pero estos estudios comprobaron, entre otras cosas, que la cantidad de energía solar que el suelo absorbe ha incrementado producto del efecto invernadero y el calentamiento global, a tal punto que ha incidido en la magnitud y frecuencia con que se dan los terremotos. El estudio demuestra que ha habido un aumento de hasta 5 veces en la energía de estos fenómenos desde 1970 a la fecha, datos interesantes si se piensa en lo ocurrido hace más de un mes en Haití o lo sucedido hace unos días en Chile. Dos capítulos más agregados a la tragedia.Es indignante ver como las grandes corporaciones, más allá de seguir desinteresándose ante esta realidad, tratan de hacernos participes de su cinismo al instarnos a cambiar de canal con la promesa de una programación televisiva de “mayor importancia” (qué en el peor caso consiste en el nuevo caso de infidelidad de alguna estrella de Hollywood) que la muerte de 13 personas por las intensas lluvias en Haití, o haciéndonos olvidar el drama chileno al dar la vuelta a la página del periódico y encontrarnos con una oferta que nos urge de un interés ficticio: “¿Quién quiere ser millonario?”. La única explicación ante esta forma de actuar de las corporaciones (destruir el planeta, restarle importancia al hecho y hacernos participes de él) es que es una conducta propia de su naturaleza, un desastre natural llamado libre mercado, un desastre natural que no reniega de su naturaleza, la ensalza, la promueve, la sostiene y la defiende. Un desastre natural al que lastimosamente nos hemos acostumbrado.Es deber pues, a la luz de la posibilidad de la destrucción total, hacer lo propio para luchar contra esa naturaleza corporativa que ahora, más que nunca, nos amenaza. Urge liberarnos a través de la organización y la acción de esas ataduras físicas y mentales que las grandes empresas han puesto sobre nosotros y que son el principal lastre para llevar a cabo los cambios que este mundo necesita. Solo así podremos dar una explicación verdadera a las futuras generaciones sobre la causa de los grandes fenómenos naturales que en el pasado nos impactaron y tendremos la satisfacción de decir que las derrotamos.

Equipo Mapache

27 de febrero de 2010

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